Cinema sin película

Decidida a buscar la verdad me levanté aquel domingo soleado, sintiéndome como una periodista novata, creyendo que haría una de las mejores investigaciones de mi vida. Salí de casa y me dirigí al parque del barrio Jordán de la 2 etapa, justo al lado de un Cinema abandonado. Recuerdo cuando lo ví por vez primera, pasé en la ruta 9 y observé su potencial para ser parte de un producto periodístico, trabajo que empezaría entonces. Mi estrategia, buscar las personas de edad que pudieran suscitar mayor información sobre la historia de este lugar y el por qué fue abandonado.
Como en típico barrio Tolimense, frente al parque se encontraba una tienda, donde observé a un señor de avanzada edad. Pensé que sería una sustanciosa fuente de información, su ubicación era diagonal al Cinema y su comunicación con el barrio era constante gracias a su tienda. Me acerque y le pregunté su nombre, don Rigoberto Hernández, un hombre de cabellos blancos en los costados de la cabeza y bigote blanco como la nieve, igual que el resto de sus cabellos. Como toda una periodista, o bueno así me sentía, le contextualicé cual era mi intención al entrevistarlo y la finalidad de esta. Antes de acabar con la entrevista, don Rigoberto con gran carácter y su ceño fruncido, me calló diciendo: - “Yo no sé, pregúntele a los que viven ahí, yo no sé nada”. Me sentí un poco incómoda por su mal genio pero asimile que era algo común a su edad.
Salí directo al Cinema; donde por suerte, (no mucha realmente), salió una muchacha de donde al parecer vivían todavía personas. Fue algo extraño imaginar cómo alguien podía vivir en aquel lugar tan tétrico y con un aspecto tan salido de película de terror. La fachada color marrón se veía deteriorada, todavía conservaba las letras resaltadas que decían Cinema, sus paredes eran llenas de grafitis, su entrada llena de basura, y su aspecto interno no era muy acogedor.cualquiera que viese lo primero, imaginaria que son ratas y murciélagos dentro. ¿Cómo era posible que alguien pudiera vivir allí? Me acerqué a la joven, pero sin dejarse decir la primer palabra salió despavorida a tomar la ruta que, imagino yo, la llevaba a su trabajo.
Seguí caminando e indagando... Mi segunda opción fue buscar las personas que vivían cerca a este Cinema, y que en lo posible llevasen viviendo varios años en este sector. Llegué a la casa al lado del Cinema, una casa muy elegante. No pude entrar más allá de sus rejas pero se podía observar que era una casa muy amplia y bien terminada, nada parecido al estado del Cinema abandonado. Golpeé y explicar de nuevo mi discurso sobre la intención de investigar acerca de este lugar. Salió una señora de unos 40 años o menos y su esposo en toalla, al parecer un poco incómodo por mi presencia. Pregunté, cometiendo el error creería yo, ¿qué ha aportado de positivo al barrio este Cinema? Agresiva la señora contesto: - “nada de bueno ha traído ese lugar, solo que sirva de escondedero de ladrones y marihuaneros”. Sin más información me retire del lugar con tal decencia e indignación por la conducta de aquellas personas para dar un pequeño testimonio. Pensé que conocer la historia del Cinema sería una tarea más sencilla.
Quise tomar otra opción; preguntar a los mayores no fue de ayuda y tampoco preguntar a los vecinos cercanos. Creí que era hora de buscar la gente con más cercanía a la comunidad del barrio. Pensé en la iglesia, que más que un lugar donde la mayor parte de la comunidad se reúne y donde las personas que la administran tienen gran cercanía con la realidad del barrio. Llegué allí y estaban haciendo aseo y lustrando sus pisos. Con mucho cuidado me acerqué a la puerta donde se encontraba la aseadora y repetí de nuevo mi cátedra explicando por qué quería hacer esta investigación y a diferencia de mis anteriores experiencias, en este caso la señora doña Amanda, me dijo cordialmente que me acercara a don Carlos Godoy, quién era el jefe de la junta de acción comunal del barrio. Muy amable, después de tres desplantes, me llevó hasta la puerta de dicho señor ya que ella no tenía mucho conocimiento sobre aquella historia de tan oscuro y tétrico lugar. En la casa de don Carlos su esposa, doña Libia, me recibió con gran buen gesto y me dijo que su esposo no estaba, pero que con gusto me ayudaría. Me entregó su número y me dijo que él llegaría en la tarde, después de la una.. Eran las 11:30 AM y decidí irme a mi casa a esperar que fuera la hora para poder hablar con quién yo creía, podía ser quien me ayudara a contar esta historia.
Al llegar a mi casa tome un descanso y me desestresé. Almorcé y de nuevo retomé con todas las energías mi camino de nuevo al barrio Jordán para buscar aquella información que mis dedos tanto querían plasmar en papel.

MXLLSVolví de nuevo al barrio, hacía sol y mucho calor. Don Carlos aún no se encontraba, al parecer se le había presentado un inconveniente y no podría atenderme.
En su reemplazo llegó su yerno,Javier, un joven de no más de 17 años, quien con su bicicleta al lado me llevaría caminando hasta la puerta del cinema, donde vivía quien hoy en día es su propietario.. Mientras nos dirigimos al cinema, interrogué a Javier sobre la historia de este Cinema y para mi sorpresa la información era mucha, pero dejó la intriga de querer saber más. Según Javier, este cinema fue construido por un narcotraficante en los años ochenta. Aquí se proyectaban películas para toda la población del barrio. Poco tiempo después este narcotraficante, del cual al parecer Javier no tenía idea de su nombre, fue capturado; dejando una gran deuda con todos los trabajadores de este cinema. Como chisme de barrio, se dice que los únicos que se quedaron hasta los últimos momentos fueron el celador y una aseadora, quienes con el tiempo terminaron emparentando. Mucho tiempo después llegó un representante de este narcotraficante, y para saldar el pago de lo que se le debía a estas dos personas por cuidar de esta propiedad, decidió entregarle las escrituras. Era muy intrigante la historia, ya había tornado ese toque picante que tanto nos genera interés a los colombianos, el narcotráfico. A esto agregarle que había una mano oculta que buscaba oscurecer la veracidad de la información sobre este lugar.
Llegamos a la casa del propietario actual del Cinema, era un joven no mayor a 28 años. Abrió la puerta y en su interior se encontraba una sala muy normal, como la de cualquier casa promedio, pero en su alrededor, las paredes ya eran grises como si se hubiese entregado el lugar en inicios de obras. Los tubos del acueducto que se encontraba en la parte superior del cinema eran parte del techo de esa zona de la casa. Me acerqué y le pregunte lo mismo que hice con todos las personas que intente entrevistar ese día. Para este joven, quien no me quiso dar su nombre, hablar de este lugar no era apropiado, la satanización de este y la persecución por el pasado que esta propiedad pueda tener, hacían que el se pusiera rígido y con una actitud casi tosca me dijera que no se prestaría para la realización de este trabajo periodístico. Este cinema estuvo en los ojos de varios estudiantes de periodismo y de artistas quienes quisieron usar este cinema para la filmación de videoclips o documentales, pero siempre tuvieron la negativa de su dueño. De cierta forma parecía un ermitaño que no le gustaba tener contacto con la sociedad.
Y eso era todo, conocer la historia a fondo de este lugar sería parte de ese miedo permanente y la mano oscura del narcotráfico, que jugó con los establecimientos que generan manifestaciones culturales, satanizándolos y desapropiándolos de la misma sociedad. Y así, por más cerca de conocer la realidad, esta crónica nunca se pudo escribir, nunca se pudo publicar. Entre el olvido y la soledad queda la historia de tan oscuro y marginado centro, donde tal vez, nuestra sociedad vió algunas de sus primeras películas en comunidad.