Llevando mis raíces

¿Es la decisión correcta? ¿sobreviviré a lo diferente? Eran las preguntas que pasaban una y otra vez por mi mente mientras iba en ese bus con destino a lo desconocido. Con destino a la construcción de mi futuro y el de nadie más.
En ese nuevo espacio el tiempo prometía dejar de ser tranquilo, apacible, y conspiraba para mantenerme en un constante ying-yang.
Al principio el extrañar es muy intenso, pero sin ser consciente de ello la costumbre lo va desvaneciendo, a tal punto que sabes que al otro lado hay personas que te quieren y se preocupan por ti, y aunque el sentimiento es mutuo, tu solo te centras en explorar, disfrutar de tus nuevos compañeros, derrochar el tiempo y el dinero; ya verán cómo sobreviven toda una semana con mil pesos.
Hasta el momento, lo más difícil parecía acostumbrarse a un territorio diferente, a una comida diferente a una cultura y a unos rostros diferentes, nunca nadie te dice ni te prepara para afrontar el rechazo de las palabras o las miradas por tener un color diferente, un acento diferente y, menos cuando de donde uno viene florece la diversidad de raza. Pensé que era la única que pasaba por eso, veía como un privilegio ser el bicho raro en tierra de Pijaos, pero no; como un baldado de agua fría para esos días se transmite como es costumbre el reinado nacional de la belleza y, aunque en la televisión todo llega hasta la coronación, en redes sociales los temas no tienen fin, fui participe en varios comentarios en donde se cuestionaba el color de piel por ende la raza de la señorita Andrea Tovar, y por más que algunas personas usaban el término multiculturalidad para explicar la genética de esta mujer otros, en su mayoría solo usaban términos despectivos y es en ese momento en el que entre en estado existencialista, en donde uno se llega a cuestionar hasta la forma en que se le parte la uña.
Solo me sirvió para reprocharme una y otra vez el haber permitido que me llamaran negra, como si ese fuera el verdadero problema. Me sentí sin identidad, estaba empezando a darle la razón a Fanón revolucionario y escritor martiquinés cuando habla de las máscaras blancas que usaban los hombres negros, acción que solo provocaba la pérdida de la cultura, pero cada vez que pensaba esa posibilidad, cada que viajaba a mi infancia buscando en qué punto me había despojado de mi cultura, por la cual mis ancestros dieron su vida no encontraba respuestas,

Esa noche fue una de las pocas noches en las que mi mente y corazón tenían un mismo sentimiento, así que dormir no se me hizo tan fácil, al siguiente día, descubrí que la mejor salida a los problemas es dormir; me levanté llena de vida con nuevos propósitos con ganas de conocer sobre mis raíces y fue desde ese nuevo día donde empecé a realizar todos mis trabajos universitarios pensando en mis raíces afro; creo que hasta el día de hoy tengo aburridos a mis compañeros con el tema, ya sin que yo diga de qué voy hablar ellos lo suponen y eso me causa mucha risa.
Pero lo hago porque quiero entender y compartir con el mundo lo bella que es la gente negra, quiero darles valor a nuestras comidas que no son afrodisíacos, a nuestros bailes, pues no solo bailamos perreo y no todos los pasos con los que acompañamos la música son sinónimo de sexo, hay unos que evocan alegría, tristeza,amor, libertad, rituales y hasta formas de comunicarse cuando no se les era permitido; ese cuentico que los negros somos “cochinos” no me va, el desaseo no tiene nada que ver con el color de piel, que la mayoría de personas afro tienen concentrado en su piel un olor a humedad no es por cuestiones de suciedad sino por el territorio en el que viven y eso no los hace “cochinos”.
He tenido la dicha de hablar con personas de otras razas que han tenido la oportunidad de conocer el pacífico y me han asegurado que recibieron y recibirán un vaso de agua sin problema, lo de “bullosos” pues... pues me gustaría decir que es mentira pero es una realidad; mis tías cuando se reúnen hablar con mi mamá hablan como para toda la cuadra; brutos nunca, resalto con orgullo la inteligencia y las capacidades de mi gente y tenemos grandes representantes que han dejado nuestro color en alto. Desde la historia hasta nuestros días, tanto hombres como mujeres somos vistos como máquinas sexuales ¿Cuándo será el día en que se refieran a nosotros de forma positiva?, Ojalá esos días lleguen antes de que muera.
El estar lejos de casa abrió más mi percepción de la vida, y eso me ha permitido: solucionar mis propios inconvenientes sin que mi mamá lo hiciera como cuando estaba pequeña, y ser más recursiva, como la vez que preparé pastas con mi compañera de cuarto en una cafetera porque la estufa eléctrica nos pegó un corrientazo que nos dejó sin ganas de volverla a tocar; les admito que esos espaguetis quedaron deliciosos o ya no sé si el hambre los hizo saber así de exquisitos, o el caldo de ministro que me tomé y hasta repetí, a la final me enteré, que la presa eran las huevas del toro, desde ese día deje de recibir comida con nombres extraños, y no porque el caldo hubiese sabido feo, sino que uno no sabe después que se termine llevando a la boca. Cuando quieran cocinar algo y no sepan cómo hacerlo, ni se les ocurra llamar a su mamá porque ella aprovechará ese momento para recriminarle el no haber aprendido cuando estuviste a su lado, más bien vean tutoriales ellos les dicen cómo y sin cantaleta.
Tengo que aceptar que, aunque he pasado por situaciones que nunca pensé pasar, menos cuando estamos en el siglo XXI y se supone que somos open mind, por otra parte hay más acceso a la educación. El vivir estos hechos tan difíciles me han permitido identificar falencias, errores que se deben y se pueden solucionar. Como no quería quedarme sólo en pensamientos, ingresé a la asociación de estudiantes afro de mi universidad, desde donde hablo como loca, porque ha sido un buen espacio para expresarse, además el encontrar personas con muchos factores en común es chévere, nos ha permitido reconocernos y eso me da fuerza para afrontar situaciones de vulnerabilidad, nostalgia así como para reclamar mis derechos y para pensar mi proyecto de vida en pro de mejorar la sociedad. Ahora, más que pensar quién me discrimina y quién no, estoy dedicándome a vivir, a darme a conocer tal cual soy y de esa forma demostrarle a las personas lo destructivo que es hablar en términos generales, lo dañino que es vivir con imaginarios infundados.
Cuando regrese a casa veré cómo esos amigos del colegio se han perdido, ese “juntos por siempre” que alguna vez sirvió para reconocer mi pupitre se lo llevó la lija, la distancia y el tiempo.