Varios Comienzos

La edad de doce años es para la mayoría de niños la época en la que se empiezan a forjar lo que serán los recuerdos, las tardes jugando a las escondidas con los amigos, aventurarse a recorrer el barrio en bicicleta, probar puntería jugando canicas o simplemente jugar fútbol hasta que mamá llamara a cenar, pero para Luis Rincón, otros eran los recuerdos, creció al cuidado de su papá, de su madre poco quiso hablar, usaba la mañana y la tarde para laborar en un entorno no muy común para su edad, la plaza de la 21 una pequeña mesa donde colocar los plátanos y tomates, su voz y la energía de ser niño era lo que necesitaba para estar allí, un tiempo probo “finura” siendo cotero, también logró desempeñarse en el mundo de las soldaduras por una época.
Para las primeras fechas de año, la temporada escolar, le llamaban a trabajar en las librerías que se encontraban a lo largo de la carrera tercera de Ibagué, gracias a qué uno de sus hermanos había entablado relación con una fémina de la familia Caicedo, una de las familias que manejaba el negocio de los libros en ese tiempo junto con los Ramírez, alternaba esto con sus estudios nocturnos en el colegio Narciso Villa.-Colegio Comfenalco del centro-
—Siempre vivimos ligados a ellos por la familiaridad por el lado de mi hermano y ahí nos unimos a mantener en la cuestión de los libros.
Luis, Contaba esto mientras sacaba la mercancía de las cajas que lo habían hecho sudar minutos antes. Organizaba los libros de manera que cualquiera se animara a comprar. Su afición por el futbol era un poco evidente, hacia todo lo anterior con la narración de un partido por un pequeño televisor que tenía en un costado, en medio de libros.
Un universitario enigmático.
Concluida esta labor, soltó una risa y recordó un inconveniente que tuvo con un joven universitario hace poco. —Un muchacho que estudia en la universidad, un tipo enigmático, de aspecto “nerd”, no vocalizaba bien y me preguntaba - “¿Qué libros tiene? ¿qué libros tiene usted?”

Resaltaba que éste lo hacía con voz baja, en forma de cuchicheo.
—La voz se le escuchaba por allá adentro, le dije que siguiera, se puso a mirar y le pasé uno, dos, tres libros…y el man hasta que vio el libro “Mi lucha” de Adolf Hitler me preguntó - “¿Qué vale este libro? ¿Si es bueno?”
Le hizo una breve introducción del libro…
—Listo, se fue con su libro. Con los días, vino y pasó, me dijo –“¿usted por qué vende ese libro? venga, ¿el que lee ese libro le pasa algo o qué?”.
Le dije que no pasaba nada.
¿Qué luego que había pasado? Sonriente sigue contando.
— Me dijo, “-ese libro es muy malo” y volvió y se fue.
Detuvo un momento la anécdota para dar el precio de unos libros a un señor que se acercó a mirar.
—¡A diez a diez!
Continúo contando la historia, con una risa picara.
“-¿ESTED POR QUÉ VENDE ESE LIBRO? SI A MI FAMILIA LE LLAGA A PASAR ALGO USTED TIENE LA CULPA, AQUÍ LE VOY A ECHAR LA POLICÍA .”
—Volvió a pasar el joven y me vio el libro otra vez, lo cogió y me dijo yo le dije de forma sarcástica, si no le gustó Hitler, ahí si tiene que ir a desenterrarlo papá y hacerle los reclamos a él, porque yo no tengo nada que ver con esa vuelta, yo no tengo nada que ver con ese asunto viejo. Salió y se fue.
Acomodó un libro que estaba un poco por fuera del orden y continuó.
—Con los días volvió otra vez, pero esta vez venía con una señora que era como la mamá, cuando lo vi le dije que no le iba a vender más libros, que él venía a buscar problemas, a buscarme brincos. La señora me dijo”- ¿Qué pasa?”, yo le conté todo lo que había pasado, el muchacho vino a comprarme un libro y no le gustó, se la ha pasado haciéndome reclamos y amenazas.
Se expresaba con asombro, movía mucho sus manos, se notaba que era un buen orador, se le daba el contar historias.
—El man traía una cámara fotográfica, “-NECESITO QUE ME REGALE UN FOTO” dijo el Man, que la necesitaba. Le pregunté que estudiaba y respondió que derecho, yo sé que a los de derecho no les pedían fotos así que no me deje tomar fotos. La señora se entrometió y fue a quitarle la cámara, el muchacho la puteo, cuando le pregunté a la señora que era de él y me dijo
“-Yo soy la mamá, lo que pasa es que tiene problemas de conducta” lo cogió y se lo llevó. No lo volví a ver, pero desde ahí estoy en la juega.
“Primer” empleo.

Sale de su stand ubicado en el parque Galarza más exactamente en la 19, estirar un poco su cuerpo, es algo rutinario comenta que lo hace desde que empezó a trabajar de lleno como librero. Con los ires y venires entre la plaza y las casetas de la 13, en aquel entonces el Joven Luis se había quedado sin empleo, pero con una experiencia ya adquirida se armó de valor y fue a hablar con la dueña de la Feria escolar la señora “esperanza”-Esposa de uno de los Ramírez-, que en ese momento era el ¡Boom! en librerías. Lo aceptaron, pero allí tuvo que laborar como bodeguero. . Algo nuevo para él.
En este nuevo comienzo, la vida y los libros, le hicieron conocer a la que es su actual mujer y con la que tiene una hija. Ella también trabaja allí, se conocieron en uno de los primeros intentos de Feria de libro que se realizaba en la ciudad de Ibagué por parte de las 2 librerías más grandes en su momento, “La Feria Escolar” y “Macro libro” del señor Carlos Ramírez.
—Cómo sabían que ya había trabajado con libreros de la ciudad me sacaron de la bodega y me llevaron para la sección de libros.
Contaba esto mientras le pedía el favor a “Don Noé” -un señor ya entrado en años, muy elegante, de sombrero y saco, que vende tintos en el Galarza que lo ha acompañado por más de 5 años con su puesto al lado de su stand- de pagarle un recibo.
Destino Ciudad Blanca.
Luego de un par de años de ya estar trabajando surgió la propuesta de ir a trabajar a Popayán en otra librería de propiedad del señor Calos Ramírez.
Aceptar esta oportunidad de ir a trabajar a la llamada “Ciudad blanca” le obligó a dejar a su mujer y una pequeña bebé. Al llegar allá ocupó el puesto de Administrador, un cargo mayor por un tiempo cuenta él de dos años.
—Los primeros meses aburrido, aburrido, estaba que me quería devolver, había noches en que lloraba por el desespero y la angustia de estar por allá. Vivíamos en una casa en donde estaba la librería, una de las más grandes de Popayán “Expo Útiles” y en esa casa asustan.
Me señaló una casa que quedaba al costado del parque Galarza, bastante grande y arquitectura colonial, de fachada un poco dejada y pintura carcomida por el sol y el agua. Indicó que era muy parecida a esa, se le notaba algo tenso al hablar de ese tipo de temas.
Trabajaba y vivía en el mismo lugar, una casa tan grande se prestaba para todo tipo de acontecimientos. En el primer piso estaba la librería y en el segundó iba a dormir. Muchas noches en vela tuvo que pasar debido a los sustos a los cuales se fue acostumbrando.
—Una noche me acosté a dormir, y escuché unos pasos fuertes-simula el sonido de los pasos- me asomé a la puerta y no vi a nadie en el corredor, aun estando ahí seguía el ruido, y yo siendo el único que vivía ahí. Igual con el tiempo aprendí a orar a encomendarme a dios otras veces ya era cosa de uno que se “paniqueba”.
Por otras cuestiones y diferencias entre el señor Ramírez se regresó a Ibagué junto con la promesa de unas comisiones por buen rendimiento y empleo estable en la capital musical.

Tras renunciar y llegar de nuevo a Ibagué se topó con qué su jefe no lo volvió a contratar y las supuestas comisiones las cruzó con un dinero que se le había prestado estando en Popayán, así qué no tenía nada. Pasaron 15 días para que volviera conseguir nuevamente empleo.
De nuevo en la Capital Musical.
Luis estaba nuevamente bajo el mando de alguien, le ofrecieron la caseta en la que se encuentra actualmente-Parque Galarza, antes se encontraba en la 15 con 3ra-, desde donde está contando esta historia, la vida se le había puesto de para arriba. Tenía que empezar de nuevo, no porque quisiera, sino porque tocaba. Con el tiempo logró trabajar ya en compañía, su conocimiento del tema lo hizo progresar a pasos lentos pero seguros, un poco más de dinero, solo pensó en su familia. Si no trabajaba, no comían.
La situación al llegar al Parque Galarza no era la mejor para esa época-2003-, un ambiente pesado se sentía en el lugar, basura, prostitución, drogas e indigencia era lo que ahora lo acompañaba en su diario vivir. Las administraciones locales tenían descuidado el sector.
Tiempos difíciles.
—Hubo un tiempo crítico, en donde a usted lo robaban ahí sentado, algunas veces me tocó defender a varios clientes.
Miraba hacia sus costados, como si buscara alguien sospechoso, como si recordara esos instantes, bajaba la guarda al ver que ahora la policía hacía rondas constantes, aunque de esto no se fiara.
—Hay un profesor, un buen cliente, el man tiene la costumbre de coger la billetera y ponérsela en los bolsillos de adelante del Jean, llegó a mirar libros y había una bandola de manes atrás mirando y se vino uno- robaban al que diera papaya-, se le hizo por detrás a mirar como lo podía robar, se veía que era uno de esos malos. Yo me di cuenta y se las canté, pilas profe que lo van a robar”- ¿Quién? ¿Quién?” “-Páreme un carro” le pare un carro y se fue. Quedé yo con el problema. Empezaron a decirme que yo era un sapo.
Con cara de enojo y algo de fastidio detalla cómo le tocó bravear con ese tipo de situaciones, donde no se trataba de ser el héroe ni el villano, tenía que de alguna manera saber llevar este tipo de “vecinos” porque a final de cuentas con un negocio al aire libre y con la mayoría de productos de papel…es mejor saludarlos y dar las gracias porque aún no ha pasado nada.
—Eso no es nada, para un diciembre 23, se armó una asonada acá en el parque, las ratas acá el que llevara algo pagando le hacían la “vuelta”, cogieron a un man, lo llevaron para el Cai, en ese entonces acá había uno. Se armó la trifulca, cogieron el Cai a piedra eso hubo bala, de todo y pues, ¡apague y vámonos papá!

Esas fechas fueron duras para él y sus colegas, a pesar de eso ahora se puede entre ver que la situación cambió en contraste a todo lo que mencionó anteriormente, la actual administración le ha metido un poco la ficha, aun se siente el ambiente pesado, pero existen personas que aun así por el amor a los libros y la lectura siguen visitando este lugar. Hay un señor en especial, con más de 65 años, estatura baja y cabello blanco. Siempre va y lo visita en su puesto, se siente por un largo tiempo y le hace charla. Comienza a mirar libro por libro, le pregunta - ¿ha conseguido nuevos libros? -. Cuando Luis los tiene se los enseña, cuando no, el anciano sigue mirando.
Es muy satisfactorio ver como una persona que a pesar de no tener muchos recursos dedica su tiempo y dinero para mirar, comprar y leer libros. Cada que termina uno allá está, en busca de uno nuevo y donde su vendedor predilecto, Luis Rincón.