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Señorita María: la tragedia de ser una persona “trans” en el campo


“...Y como las cosas de verdad pues tienen altos y bajos, y amores y desprecios, por épocas y por momentos, y hemos pasado por todo eso.” - Rubén Mendoza


Póster oficial del documental.

Al escuchar la sinopsis de “Señorita María” supe, sin duda, que esta película dejaría huella en este país conservador que, a viva voz, se proclama laico. “Señorita María” hizo parte del Festival de Cine de San Bernardo en el 2018.

¿Qué pensaría cada persona colombiana que viera a la Señorita María Luisa, una mujer boyacense y campesina, decir sin titubeos que es una mujer desde ese cuerpo masculino que inevitablemente cuenta con facciones muy marcadas, sinónimos del género que le fue asignado al nacer? ¿Qué pensarían los que la vieran en San Bernardo?

Para muchos, María Luisa se convirtió, sin quererlo, en un ícono de libertad y expresión, aún más, para todas aquellas personas que se ven reflejadas en ella de algún modo, “ahí la fortuna es que ella habla por muchos, sin siquiera saberlo” menciona Rubén Mendoza, el director de esta obra.

Y es que no es fácil procesar un retrato de vida de una mujer transexual y campesina, para nadie, mucho menos cuando existimos en un país donde, pese a los avances, las normas han sido insuficientes para proteger y garantizar de manera efectiva los derechos humanos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) en Colombia, donde la educación no es prioritaria y en ella no enseñan los matices que la vida alberga. De todas maneras, esta señorita llegó con su magna historia a distintas partes del país y del mundo, incluido este pequeño corregimiento de Ibagué que, durante mucho tiempo, estuvo azotado por la guerra que lo convertía en un lugar donde no había espacio para preguntarse por otros estilos de vida más que este de esquivar las balas para no desaparecer.

Apenas acomodarme en el parque central sentí humanidad, no hubo rastro de tristezas pasadas y la tranquilidad imperante se reflejaba en las jugarretas de los niños, en la posibilidad de ver un nuevo renacer y de probar un poco de sus tradiciones… La pregunta seguía en mi cabeza.


Cine al parque en San Bernardo.

En los rostros de los espectadores vi una mezcla de tristeza por todo el peso del dolor de la vida que cargaba la Señorita María, felicidad por saber que toda esa amargura terminó convirtiéndose en su fortaleza, y confusión porque lo que veían tal vez no concordaba con lo que han aprendido de lo que es ser hombre y mujer; unos quisieron entender sus razones, otros, simplemente fueron asistentes.

Entre tantas caras y expresiones me topé con una en particular, no era habitante del pueblo, pero tal vez era la que más dudas albergaba y se preguntaba insistentemente por qué un hombre al que consideraba homosexual se vestía como mujer; sin pena, accedí a responder todas sus preguntas pese a que la entrevistada debía ser ella.

Doña Melba Ortiz, una mujer con ojos grandes y curiosidad de niña fue tal vez el reflejo de todos quienes querían comprender a María Luisa dejando a un lado el pensamiento convencional que nos han inculcado para darle rienda suelta a toda la empatía que se debería sentir por otro ser humano. Tuvimos 40 minutos de charla y muchos cuestionamientos resueltos, entre ellos, el de la señorita; doña Melba aprendió sobre cómo siente la comunidad LGBTI y yo recordé que no todas las personas abrazan religiosamente los bordes de sus creencias particulares, algunos son capaces de abrir sus corazones para acoger nuevas perspectivas de vida. “Señorita María” es capaz de sensibilizar a las personas, de cuestionarlas y en palabras de Rubén Mendoza: “Su sensibilidad (la de los espectadores) opera distinto frente a la misma señorita. No sé cuánto dure el efecto, no sé si sea como una borrachera o un guayabo o si sea como una cirugía, pero lo viví.”


María Luisa Fuentes Burgos. Foto: El Espectador.

Al final, no solo respondí mi pregunta gracias a mi entrevistada, también me di cuenta que todos resultamos ganadores en esta pequeña batalla que libraron estos dos personajes: Rubén Mendoza por abrir las compuertas del respeto, la verdad y la libertad para todos quienes han visto “Señorita María, la falda de la montaña”. María Luisa, por recibir una llave que conduce hacia mundos inexplorados para ella, mundos que esperaban poder reivindicar su lucha silenciosa y persistente, y por supuesto, todos los que decidimos expandir nuestro universo mental y aceptamos que cada persona es única, quienes aprendimos a través de este par de soñadores que la belleza es diversa, que siempre habrá una nueva esperanza.


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