Encuentro con la Colombia profunda

Gran parte de los colombianos nos gusta “puebliar” como se le ha denominado a aquella práctica de desplazarnos en días festivos o vacaciones a una zona particular del país para conocer nuevos destinos. Incluso en los años recientes uno de los frutos importantes que dejó el Acuerdo de Paz con las Farc, ha permitido redescubrir aquellos territorios vedados por el conflicto durante varias décadas.
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Nuestra llegada al “Puerto” con diversas sensaciones en especial de ansiedad e incertidumbre, al no tener conocimiento sobre el lugar que nos acogería por tres días, fue el preámbulo a uno de los momentos más significativos que pueden tener quienes se encuentran con un territorio que en el inicio de este siglo fue escenario de hostilidades entre feroces grupos al margen de la ley.
Todo estaba dispuesto desde los locales para recibirnos en Puerto Saldaña, a nuestra llegada con un grupo de estudiantes y profesores del programa de Comunicación Social de la Universidad del Tolima, fuimos poco a poco intimando con lugares, momentos y personas que nos brindarían acogida en aquella población hasta ahora desconocida para la mayoría de nosotros.
La razón inicial de estar allí ligada a un compromiso académico, trascendió prontamente a un compromiso de región, al saber que el contacto que lograríamos tener con cada uno de los actores del territorio, permitiría a quienes hicimos parte del II Festival Puerto Saldaña “Memorias para la Paz”, una lección fundamental de aquello que quizás desapercibidamente no se le presta atención en los espacios de clase, pero que ha tenido y tiene lugar en la realidad de cientos de colombianos que vivieron ese absurdo conflicto que afectó y marcó a un corregimiento como el que nos recibía en aquella tarde-noche de agosto.
El contexto
2019 materializó lo que un grupo de jóvenes, uno de ellos hijo de este territorio y otros provenientes de Ibagué, junto al Colectivo de Estudios de la Memoria y la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Puerto Saldaña -ASMUPUERTO, dieran origen al Festival en su primera versión.
Espacio pensado no solo para hacer memoria de lo que había ocurrido en aquella población del sur del Tolima, poco referida en los medios de comunicación, sino para resignificar el sentido del territorio y lo que habían conseguido forjar hombres y mujeres en su comunidad.
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Pasó el tiempo y tras la pandemia, un grupo de personas provenientes de Ibagué se reencontrarían con Puerto Saldaña y su comunidad en la versión 2022 del Festival.

En la mente de los jóvenes de la Universidad, retumbaba la idea de aquello que se materializaría ese fin de semana en Puerto Saldaña y que semanas atrás les había llevado a planear distintas actividades con el propósito de vincularse a la comunidad, generar un proceso de inmersión en este territorio les llevaría a encontrarse con esa Colombia profunda que no registran los medios de comunicación cotidianamente y que les permitiría ahondar y encontrar relatos distintos a aquello que les habían referido amigos y conocidos en torno a dicha población.
Una imagen que ronda la cabeza de quienes estuvimos allí, fue la de un nutrido número de niños y niñas de diversas edades que con el paso de los días fue convocando este espacio; película, palomitas, lectura, plastilina, cometas, música, juegos tradicionales y otras actividades lograron no solo reunir en el parque o cancha principal del corregimiento a ellos, sino también a adultos, jóvenes, mujeres y hombres de distintas edades que se vieron conectados con la novedad de un segundo Festival que les llamaba a hacer parte de lo que ocurría en el Puerto ese fin de semana.
Caminar el Puerto, encontrar aun marcas del conflicto que incluso la naturaleza ha intentado borrar, escuchar con atención las voces de quienes tuvieron de cerca a la muerte, por la perdida de sus familiares, amigos o conocidos, o simplemente por el hecho de que a ellos o a sus familias les tocó huir, hace parte de esa historia que hay que contarle al país y que nosotros de manera directa estábamos presenciando en los días que haríamos parte de la comunidad.
El café y la tertulia esporádica con quienes se cruzaban por nuestro camino, nos permitió entender el sentimiento de vínculo hacia la tierra, que a muchos de ellos les hizo volver, a otros descubrir en este territorio nuevas oportunidades y a los más pequeños nacer, sin tener plena consciencia de aquello que en años anteriores había ocurrido por donde hoy juegan en libertad...
Rostros de hombres y mujeres luchadores, trabajadores de la tierra, seres que dan mucho valor a aquello que les ha permitido forjan su futuro, es lo que hemos encontrado en el Festival, anhelos que la política sin divisiones toque sus puertas y logre transformar su territorio, profesores comprometidos con su labor, mejores vías de acceso, posibilidades para los jóvenes… y un sinnúmero de aspiraciones que dejan en evidencia las fisuras de una Colombia que lejos de la centralidad, lucha por salir adelante, que se le reconozca y se le dé otra oportunidad.