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Guerreras pa'l arte: mujeres grafiteras y muralistas del Tolima


Por: Laura Ximena Ávila Bácares


Es imperceptible, pero las paredes nos hablan. Dicen tanto, que solo necesitan trazos, más que palabras. Cuando Ruge (su seudónimo, su alter ego) viajaba en el Transmilenio por las calles de Bogotá, sus ojos se enfocaban en las figuras plasmadas en las circunvalares. Aunque estaban un tanto desteñidas, no dejaba de admirar el poder que transmitían. Los grafitis son un símbolo de rebeldía que cargan decenas y variados mensajes.


En sus trayectos por Bogotá, comenzó a distinguir las firmas de los artistas bajo sus obras. Con el tiempo, éstas ya dejaron de ser anónimas y mucho menos desapercibidas. Para ella es lograr ser auténtico, una palabra que resumiría el éxito alcanzado por aquel que dedica su vida a conmover, impactar e incomodar con su arte. Hay que ser auténtico, para ser recordado.


La cultura del Hip Hop nació en los años 80 's en los barrios marginales de New York. Para ese entonces, la desigualdad y racismo que segregaba a algunas poblaciones obligó a crear un espacio lejano de la sociedad blanca.


Gracias a la transgresión de los discos que dieron play a los beats, la música fue el repertorio para narrar cómo era vivir bajo esas condiciones. Más adelante la inconformidad se trasladó a las calles, esta vez expresada desde el arte. El mural obedece a un estilo estructurado de una obra plasmada en una pared, mientras que el grafiti cuenta con la libertad de ser estampado en cualquier lugar y con un mensaje contundente y/o llamativo como protesta.


Las paredes de los edificios estuvieron marcadas con letras y retratos en forma clandestina o como lo señalan las autoridades, de forma inmoral e ilegal.


No tardó en expandirse este movimiento a diferentes partes del mundo. En Colombia, las distintas etapas de la violencia fueron motivos suficientes para usar el arte como catarsis. Muchos estudiantes universitarios entendieron que una forma de hacer visibles sus voces era a través de la pintura.


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Antes de la Pandemia, en el año 2019, Ibagué fue la cuna del primer encuentro internacional Rompe Muros organizado por la Comisión de la Verdad y la Alcaldía municipal. Contó con un limitado presupuesto, pero la iniciativa de los participantes fue motivo suficiente para llenar de naturaleza, geometrías y color los espacios abandonados de la ciudad.


¡Finalmente un espacio libre de señalamientos! La jornada terminó de unir tanto primerizos como a maestros del arte en las calles de la 42 y barrios comunales.

La construcción de paz como concepto del Festival, recalcó el mensaje social para la nueva generación de ciudadanos, que deberán reconstruir el rostro magullado del viejo país.

Así de grande puede llegar a ser el arte como medio de comunicación. No traza fronteras, no piensa en parámetros y jamás hace acepción de personas. Es un tipo de movimiento donde su batuta es un aerosol y su melodía el rap. Lamentablemente, continuar ese legado que enfrente las mentes cuadradas y rompa las tradiciones sociales, no cuenta con un apoyo constante como se espera. En primer aspecto, cuando el arte se vuelve profesión y de ella un sustento, sobrevalorar el trabajo del artista es el pan de cada día que hiere y no alimenta. Es la historia anecdótica y trágica entre los y las hijas de las ciencias humanas y artes, cuando otros juzgan e infravaloran el trabajo que les brinda estabilidad e independencia.


Ruge ha pintado toda su vida. Carga consigo un portafolio e ideas anotadas en su cuaderno debido a que su profesión ronda más en el muralismo. Las veces que la han contratado para pintar tantos metros por tantos metros, han sido circunstancias un poco decepcionantes. Hubo ocasiones donde las cotizaciones de los materiales que requería, eran más costosas que el dinero acordado al final del trabajo.


—Los pasajes ida y regreso, las tres comidas diarias, galones de pinturas, brochas de distintos tamaños, tiempo invertido, andamios, mano de obra; todo lo anterior multiplicado por días, son elementos que aumentan la cuenta pero no remunera —comenta con seriedad. —Son cosas que la gente no valora, porque cree que es más sencillo de lo que uno plantea.


Aunque al principio es un trato que acepta tanto ella como otras artistas para "iniciar con algo", no es de ignorar que es un hecho completamente injusto. Bajo la mirada sensible sobre la realidad, es difícil generar conciencia en la sociedad sobre el arte y sus complejidades laborales. Así como existen oficios bien pagos ¿hasta cuándo ha de esperarse que el arte también lo sea?


La calidad no es un juego y es una garantía que se promete al cliente. Con esa primicia, Rugee aprendió a dignificar su trabajo al negar ofertas que minimizaban su esfuerzo. Los primeros meses fueron difíciles al bajar la demanda, ya que no todos estaban dispuestos a aceptar los términos que ella planteaba. Sin embargo, gracias al voz a voz que se fue expandiendo entre sus colegas, sí hubo personas que dieron valor a su obra y reconocieron lo justo ante sus ojos.



Así fue como muchas de sus compañeras siguieron su ejemplo. Aparte de estar involucradas en un proceso de creación, fueron capaces de iniciar una forma de resistencia vanguardista contra explotadores y cuestionadores que al contratarlas para un trabajo, las saturaba de preguntas como: ¿Así va a quedar? ¿Puede hacerlo más rápido? ¿Cuándo va a terminar? ¿Segura que sabe armar eso y aprovechar la pintura? ¿Usted es guerrerita pa’ eso?


Así mismo, todas esas preguntas rondaron por la mente de L I A (su alter ego, el otro yo) cuando decidió retomar el arte a su vida, luego de haber pausado sus actividades en la época de pandemia. Comenzó como novata, pintando algunas paredes de la ciudad de Melgar al lado de una amiga. Con el tiempo se volvió una fiel aprendiz que, junto a la academia, comenzó a adquirir nuevas técnicas y fuentes de inspiración.


"Comenzar a crear un mural, es similar a una danza entre tu cuerpo y el apilamiento de ladrillos —dice mientras utiliza sus manos para explicarse—. Inicias con un boceto en un par de hojas, pero terminas perdida en un lienzo espontáneo distinto a lo planeado".


Para L I A definir su estilo, es un trabajo de introspección. Llegó a esa conclusión cuando un compañero dijo con admiración sobre su trabajo que: "La tenía clara". Puede ser cierto, pero no es así de simple. Ella responde que nunca lo ha tenido clara y que espera no tenerla, porque ante las circunstancias, nada es fijo. Similar a la vida, el arte debe ir cambiando y adaptándose según el contexto. Siempre surgirán preguntas nuevas para cuestionar lo que sabes o lo que quieras saber. "Es entonces cuando cada mural se convierte en una oportunidad para descubrirse a uno mismo" concluye.


Una parte de lo que refleja su gráfica, son los retratos que destacan la figura y miradas de la mujer. En el festival de Alta Presión-Duitama 2022, L I A representó al departamento del Tolima dibujando la silueta matizada entre verdes y anaranjados de una mujer campesina, sosteniendo con sus manos alimentos nativos del departamento de Boyacá, tierra de los nabos y la papa.


Un mural aclamado por la comunidad al dignificar la labor y energía del campo, un mural especial que llenó de lágrimas el corazón de la artista melgarense, pues esta experiencia le devolvió la libertad de crear y creer en su talento después de muchos meses de inactividad.


Por su paso en la Universidad del Tolima estudió distintas corrientes y figuras artísticas y a la par, encontró un grupo de compañeras con quien practicar y compartir la misma afinidad por el grafiti. Para ese entonces hizo parte del Colectivo 5, un proyecto que unió a ingeniosas mujeres para sacar el conocimiento de los salones y así plasmarlos en las calles.


En el colectivo, las chicas pintaron distintas zonas de Ibagué como también fuera de el, específicamente al norte del departamento, en los municipios del Líbano y Murillo. En su trayectoria, vivieron un intercambio profundo de saberes. Mientras conocían los territorios y sus historias; a los habitantes y sus ideas, ellas ilustraban (literalmente) en las paredes las palabras de perseverancia, identidad y tradición como bases para no olvidar que la convivencia entre comunidades también es revolucionaria.


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Más allá de las convocatorias que el Ministerio de Cultura lanza anualmente o las invitaciones ocasionales por parte de instituciones estatales, las oportunidades que tienen los artistas para presentar su talento son muy limitadas.


"Ibagué está apagada, son pocos los que deciden hacer algo al respecto" Una acción salvadora ha sido la autogestión. Muchos de los festivales que tienen constancia y participación, son organizados por los mismos parches de artistas. No importa la fecha, siempre hay un motivo para reunirse, para encontrar un lugar vacío, para recolectar y ahorrar materiales, para pintar una lucha o luchar pintando. Y así como hay espacios para todo, también existen espacios para nosotras.


Haciendo Caminos tuvo su primera versión en octubre del 2022 gracias a la autogestión de la artista ibaguereña Ruge con la beca de Estímulos de aquel año.


En primer momento el proyecto estaba enfocado en realizar una pintada encabezada por mujeres tanto a nivel local como regional, pero bajo la importancia de un componente pedagógico, el Festival abrió sus puertas con un taller-foro para sus participantes. En ésta segunda parte las artistas invitadas relataron sus intervenciones artísticas y cómo estas se convirtieron en lecciones importantes más allá de sus máscaras y aerosoles.


Entre las panelistas invitadas estuvieron: De la Calle de Manizales, Ionik, Violenta de Cali y La Pili FTZ de Ibagué, quienes dieron a conocer las dinámicas culturales en sus ciudades, las cuales se caracterizan por desarrollar trabajos comunitarios más amplios y con una perspectiva educativa que funciona como medio entre las juventudes y sus proyectos a futuro.


Aquellas etiquetas como ñeros, gente sin oficio, rebeldes, nómadas, entre otros eufemismos pueden llegar a resonar, pero no definir, puesto que las personas que se dedican al arte urbano se han encargado de convertirlo en una herramienta de transformación para la sociedad que comprende escenarios violentos en su cotidianidad.


En medio del foro que destacó las distintas ramas creativas del arte, mencionaron referentes que, desde sus ciudades, han mediado procesos para la concientización del arte social, como por ejemplo, de la pintoresca y vivaz Comuna 13 en Medellín como un lugar recuperado del sicariato y narcotráfico. En los 2000, cuando el país vivía uno de sus períodos más peligrosos entre actores armados, sobrevivir era un milagro y para agradecerlo, los símbolos e íconos se convirtieron en centros de memoria para los barrios. Aquellas casas que al deslizar las manos sobre sus fachadas se sentían las marcas de los casquillos, ahora están camuflados por los rostros de quienes ya no están.


Otro caso comentado por las artistas en el festival fue la ardua labor de diversos líderes y lideresas sociales que dirigen talleres de arte urbano para niños y adolescentes que a su corta edad han tenido que sobrellevar cargas, adicciones y sufrimientos. El arte al ser versátil, funciona como un mediador, una solución, un ideal, una meta para aquellos que sienten no tener una dirección en la vida.


Un referente cercano es la historia del colectivo Malajunta, un clan de 14 chicas que se ha parado duro por su grafica feminista en la ciudad de Cali, quienes han visibilizado las obras en todos sus colores, significados y estilos a través de convocatorias regionales. Con su acompañamiento han fortalecido las identidades de las generaciones más jóvenes y a su vez les presentan una oportunidad para volver a creer que en la vida y las alternativas que ofrece.



Luego de una jornada de reflexión y con la esperanza de una próxima versión, el Festival Mujeres Creadoras culminó de una forma memorable con un gran mural de identidades. A los extremos de los caminos del corregimiento de Villa Restrepo-Ibagué, en las paredes que carecían de esplendor, las artistas pintaron sus auténticos sellos y dijeron: ¡Aquí estamos! Somos mujeres creadoras y disidentes de los sesgos de la sociedad.


Milala quien se dedica a diseñar y tatuar, pero atiende al llamado de los muros, opina sobre el arte urbano como medio político y transformador.


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La sociedad es diversa, punzante y crítica. La belleza como el caos son reflejados en los muros, en sus tonos de Vivir en sociedad, como opina Milala, es cambiar las normas en las que hemos sido condicionados. Dentro de los espacios que han sido difíciles de organizar, las acciones opresoras y miradas incómodas, son escenarios que la mujer, en su rol de artista, también debe sobrellevar día a día. No son muchos los comentarios al respecto ya que se reducen en episodios machistas en sus trabajos, pero no significa que no existan o que no deban ser atendidos.

Frente a aquellos que se escudan en tener mejores capacidades físicas o recreativas, quienes critican que algunas solo se dedican a pintar muñequitas o no tienen el mundo suficiente sobre qué es pintar en colectivo o participar en grandes convocatorias, generar más diferencias a través de discusiones-peleas, solo es un gasto de energía innecesario que a su vez desvía los asuntos que se quieren advertir.


El escenario que ha brindado libertad para la expresión de una artista, no se puede convertir en un obstáculo para continuar con la impunidad y desigualdad. Ruge da otra lección: la resiliencia a través de sus años de trabajo que, más que el reflejo de su personalidad, son su mecanismo de defensa.


El respeto se gana y se conserva cuando tus obras hablan por ti, de mensajes que dejas claro y la calidad con lo que plasmas —. Tu mejor arma es la experiencia que te hace crecer con cada mural que realizamos. Si quieren ir en contra mía, juzguen mis obras a ver si dicen lo mismo.


No es una pared para rayar, sino para expresar. De ahí se desarrolla una perspectiva de feminismo libre de menospreciar el arte que coexisten en cada uno de los y las artistas. Nadie es más ni menos que nadie, dicen entre voces.


El grafiti es un movimiento que mueve, agita, consterna y emociona. Como concluye Milala en su intervención, una ilustración, estampada en cualquier lugar, te evocará significados, algunos individuales, como otros colectivos.


El propósito de una intervención no es solo quedar grabado en una pared, sino en el alma del espectador, como si fuera un suceso mágico. Sobre todo, cuando ese talento proviene de mentes, manos y voces femeninas que han logrado ser memorables y auténticas en su máximo esplendor.

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