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La Calle 21: Un espacio de color y vida

Por: Daniela Moreno


La Plaza de Mercado de la Calle 21 es un espacio que se caracteriza por las diversas dinámicas que se generan allí. Un lugar en el que por aproximadamente 60 años han transitado miles de personas de toda clase social. ¿Pero, quiénes son los encargados de ofrecer, sonreír y atender a quien pasa por allí? Algunos son campesinos que llegan a altas horas de la madrugada desde diversas zonas rurales a ofrecer sus productos y otros, que sin ser estrictamente del campo, llevan años laborando en este lugar. Son precisamente estas personas las que se encargan de abastecer la canasta familiar de frutas y verduras, pero también, son quienes tienen en sus manos toda una historia de vida por contar.

Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno
 
Fotografía: Daniela Moreno
Tolima - Fotografía: Daniela Moreno

En medio de un recorrido, rodeado de frutas y verduras, podemos encontrar a un hombre con un gran carisma, se hace llamar “Tolima”, con su pícara sonrisa mientras empaca mandarinas, dice “mi nombre completo es Tolima, alias Tolima”, al parecer, nadie que lo haya conocido en los 50 años que lleva laborando en la Plaza de la 21 sabe su verdadero nombre. Sale a las cuatro de la mañana de su casa a ganarse la comida y la dormida, como menciona mientras atiende a una joven “a la orden mi reina, a 2.000 la manzana y el paquete a 5.000”. Así se la pasa durante el día, ofreciendo cada una de sus frutas a la espera de un nuevo comprador.


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Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

En la esquina opuesta a la de “Tolima” se ubica desde hace aproximadamente diez años Adonay Bocanegra, mientras desgrana frijol, cuenta con orgullo cómo crió a sus ocho hijos trabajando en la plaza, pues lo más importante para ella es que no pasaron hambre y que ahora dos de sus hijas menores estudian en el SENA y los otros ya trabajan.

Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Mientras se camina por la calle 21, se aprecian todo tipo de dinámicas, entre ellas, la de quienes limpian y amarran la cebolla larga. Héctor Elías Amado, es otro personaje lleno de carisma y humor, pues en medio de una charla sugiere que se le llame “licenciado”. Trabajó como cotero por varios años, ahora sólo carga arrobas, o entre uno y dos bultos, pues su edad ya no le permite más.


Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Héctor Elías pasó de trabajar en fincas cortando madera, rozando y sembrando plantas a armar y limpiar cebolla, desde las dos de la mañana llega a un local dentro de la Plaza a laborar, para luego, durante el día, sentarse a seguir con el oficio en un andén de la Calle 21.


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Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Hay algunos que llevan menos tiempo que otros en la Calle 21. Bernardo Orozco, hace 15 años llegó a este lugar a vender verduras y frutas, como todos, en busca del sustento de su hogar. Su jornada va desde las cinco de la mañana hasta las siete de la noche, contando con que la Policía no llegue a “molestar” como él mismo dice, pues esos días se ve forzado a interrumpir su jornada laboral.


Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Dentro de La Plaza de la 21 la dinámica cambia. Hay puestos establecidos para algunos vendedores, donde gracias a un techo, en época de lluvia, no se mojan a menos que se presente viento.


Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

“A mí me gusta ser amable, los clientes se sienten mejor, yo no puedo traer problemas de la casa al trabajo”, menciona Deyanira Navarro, una vendedora de La Plaza de la 21, quien se siente afortunada de tener un puesto de los que son asignados por Infibagué, eso sí, pagando la cuota de 48 mil pesos mensuales. Aunque las ventas en ocasiones no son las mejores, ya que muchas veces las personas compran en la calle y no entran a la plaza, ella hace lo posible por sostenerse hasta las cinco de tarde.


Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Las especias no pueden faltar en una plaza. Trisalsina, adobo, ajo molido, pimienta, comino y más son una mezcla de olores y colores que podemos encontrar en los puestos que se dedican a vender estos productos.


Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Amanda Olaya se dedica a las especias, ha pasado por las escaleras, el parqueadero y el sótano, todo mientras remodelaban la plaza, una época difícil para ella, pues nadie los veía. Ahora se encuentra en la baranda del segundo piso, rodeada de olores a los que ya está acostumbrada.


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Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Pelar ajo es una de las tareas que Amanda realiza en su trabajo, pasa horas en este oficio. Un

ajo muy pequeño que las amas de casa llevan para las comidas y remedios. ¿Por qué? Porque este tipo de ajo, según ella tiene mayor concentración en su sabor.


Fotografía: Daniela Moreno
Fotografía: Daniela Moreno

Las diversas tareas de la Calle 21, no son sólo de adultos, allí también se llega a observar cómo la familia cumple un rol importante. Desde niños se aprende a desgranar y picar verdura para luego venderla lista para cualquier tipo de preparación.


Son numerosas familias las que han dedicado su vida a laborar en plazas de mercado como esta, convirtiéndose en testigos del cambio que se ha venido presentando debido a la misma dinámica de la ciudad, como son los nuevos supermercados y "fruvers". Cada vez llegan más campesinos y vendedores en busca de una oportunidad, pero las ventas ya no son las mismas de hace 40 años. Cabe preguntarnos, ¿por qué no ir en busca de productos frescos, saludables y a la vez, toparnos y apoyar la historia de vida y economía de aquellos que llevan décadas brindando un servicio tan importante a nuestra ciudad?


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