Narrando mi comunidad: Niñas y niños del Milagro de Dios y Villaprado.
Por: Alisson Vargas, Daniela Correa, Luisa Lozano, Camila Barragán.

Sábado 4:00 de la tarde, el calor hace que el agua de los pequeños charcos se evapore, carros y motos dejan una nube espesa de polvo a su paso, personas que miran extrañadas la llegada de nosotros los desconocidos. Una, dos, tres, cuatro cuadras que se hacen más largas de lo que realmente son por el peso de las bolsas que se llevan en las manos, el calor se hace cada vez más intenso. Llegamos, las bolsas se dejan en la cocina, salimos tomamos aire, sacamos las sillas, las mesas y los niños y niñas llegan.
En sus rostros se ve un universo completo, el amor, la alegría, los deseos de que el tiempo pase rápido para comer, la timidez, el miedo, el saber que se deben quedar aquí en un lugar que les es desconocido mientras realizan un taller, no saben de qué trata pero que de entrada les parece aburrido. Nosotras con temor, nunca habíamos trabajado con tantos niños y surgen preguntas como ¿Ahora cómo hacemos para que nos escuchen? ¿Por dónde empezamos? ¿Estará bien lo que traemos?, no pasaron muchos minutos para darnos cuenta que no querían participar, que no querían hablar, que difícilmente dijeron sus nombres y que nosotras éramos unos seres desconocidos que, aunque lo hubiesen escuchado no entendían qué hacíamos allí. Nosotras realmente ese primer día tampoco lo sabíamos, un vídeo, una canción, lo primero que se nos ocurrió para romper el hielo. 5:30 PM, momento de sacar las bolsas de la cocina, servir los jugos y pasar las galletas. Adiós.
Una, dos, tres, cuatro cuadras, estamos de pie esperando que el autobús pase, todas tenemos una idea distinta de lo que pasó, pero una conclusión en general, solo en el canto se integraron. 6:20 pm, llega el bus, miramos por la ventana, nos marchamos en medio de una nube espesa de polvo y pensando qué haremos el próximo sábado.
Cuatro de la tarde, el día se ve y siente muy similar al anterior, las calles con nubes de polvo, los rayos de sol que queman la piel, los nervios del primer día y la ilusión de que en esta ocasión sí funcione. Bolsas a la cocina, mesas abajo, sillas acomodadas, los niños y niñas llegaron, primera actividad una canción, cantaban y hacían bromas mientras nosotras seguíamos pensando si lo estábamos haciendo bien, el silencio seguía mientras las notas musicales no estaban, nadie hablaba, seguíamos siendo unas desconocidas. ¡Momento de jugar!, todos corrían, gritaban, se subían a carros, en medio de sonrisas decían qué soñaban ser de grandes, ¿porqué no plasmar esos sueños en un dibujo? Maravillosa idea, hasta que nos enfrentamos a una realidad cruda, en el único lugar del barrio pensando para crear futuro no habían colores, un espacio que está allí llenando los vacíos de un Estado que abandona, éste se ha convertido en un centro que procura reconstruir el territorio a partir de los niños. 7:00 pm, la congestión está más pesada que de costumbre, tiempo para pensar ¿los niños y niñas creen que es normal el abandono del territorio?
Sillas abajo, mesas a los lados, vamos a hablar del territorio, Camila sabía cómo se había formado su comunidad y narraba:
—Todo esto empezó siendo un monte, un señor le vendió un terreno a mi mamá y así a mucha gente. Mi mamá nos traía cada fin de semana porque la gente se robaba las cosas con las que uno separaba el terreno y así poco a poco se fue formando Villa Prado, porque todo el mundo le dice a esto Milagro de dios, pero cuando nosotros venimos esto se llamaba Villa Prado.
Territorio sin nombre, conocido por como la mayoría lo llama o lo quiere llamar, niños y niñas que sueñan con verlo diferente, con ser sus líderes cuando crezcan, que saben los problemas que tienen. Edgar, Sharit, Mariana y Cristian dicen lo que no quieren, no quieren drogras, violencia, violaciones, robos ni ver el “popo” de los perros en las calles. 9:00 de la noche, no podemos cambiar la realidad del barrio, no hemos hecho nada más allá que divertir y en nuestra vaga ilusión de darnos algo de ánimo, generar el espacio en la que pueden decir lo que saben del asentamiento.
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3:30 pm, último día, comida, diplomas y momento de dar las gracias. Fotos, recuerdos, nombres mal escritos, sonrisas, nostalgia. 6:00 pm, adiós gracias por el tiempo que nos permitieron estar aquí y compartir con ustedes, esas palabras se perdieron en el deseo de salir corriendo a jugar antes de que tuvieran que entrar a casa. Bueno, momento de irnos, algo nos detiene, un abrazo de Nohelia,
—Gracias profes por todo, las quiero mucho.
7:00 pm dejamos las calles y las nubes de polvo, nos llevamos historias de vida, una realidad invisible y el cariño de un grupo de niños que nos enseñaron más de lo que ellos pueden imaginar.
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