Una aventura natural incrustada en el corazón de la ciudad
Una vez preparados física y mentalmente para el reto que llevaría caminar en medio de montañas y naturaleza por más de dos horas, empezamos a transitar por la avenida Guabinal hasta encontrarnos con la calle 19. Adentrados en esta, empieza el primer reto de la mañana de domingo, ubicar el acceso al Jardín Botánico un lugar escondido en Calambeo, donde lograríamos divisar lo que sería para nosotros el inicio de esta aventura en el corazón de la ciudad.

Innumerables especies de aves cantando a todo pulmón, heliconias, rosas y orquídeas nos daban la bienvenida, con una altura superior a los 1200 msnm y una extensión de 60 hectáreas, la conexión fue inmediata.
Pasada la puerta se encuentran los cuidadores de este santuario natural, nos piden nuestros nombres y la cuota para la conservación del Jardín. Una vez terminada esta transacción, Javier, la persona que nos recibió comparte en detalle detalle cada uno de los recorridos que existen.

Tres miradores: “Sindamanoy” para los menos intrépidos, 2 KM de caminata y aproximadamente hora y media de recorrido, después el mirador “Los Arrayanes”, 4 KM de caminata y cerca de dos horas y media de camino y finalmente el mirador “ Los Fiques” 7 Km de camino traducidos en cerca de tres horas y media para llegar a una de las vistas más increíbles que se puede tener la ciudad.

Cómo íbamos preparados para el reto mayor, obviamente sabíamos que “Los Fiques” sería nuestra meta. Nos despedimos de Javier y empezamos la caminata. Rodeados de plantas que no conocíamos, cantos de aves y muchos insectos, encontramos en la primera parte de nuestra caminata un lago, atiborrado de peces, pequeños, grandes, coloridos y otros no tanto, menos de 300 mts de caminata y ya estábamos entusiasmados con lo que habíamos encontrado.
Después de media hora, podíamos sentir como nuestros pulmones se llenaban cada vez más del aire fresco que aquel lugar tenía para nosotros. El cansancio empezaba ya a acompañarnos sin embargo este servía como combustible para poder seguir subiendo por medio de aquel pequeño pero agradable camino lleno de barro y ramas. En medio de la subida, veíamos como las plantas nos acariciaban y nos alentaban a seguir y no desfallecer.

Transcurrido el camino encontramos de cerca lo que era el primer mirador y nuestro objetivo número uno culminado. Aquí descansamos y pude escuchar cómo mi mamá decía con más ánimos que yo “Aún nos falta todo el camino hijo” en ese momento me di cuenta que para ella era solo un primer paso mientras que yo podría haberme quedado ahí el resto de la mañana.
Después de tomar agua y algunas fotos seguimos. Cinco kilómetros nos separan aún de nuestro principal objetivo. 40 minutos después de nuestra primera parada vimos a lo lejos y a gran velocidad como una ardilla se escondía entre los árboles, la agilidad con nuestras cámaras no fue la adecuada para captarla, pero la de nuestros ojos sí. Para ese momento el cansancio era cosa ya del pasado, pareciera que en aquel primer mirador existiera algo que se lleva todo y te deja solo las ganas de seguir subiendo.
La parada en "Los Arrayanes" fue corta, pero muy agradable. Cada vez sentíamos que nos alejamos más de la ciudad, pero nos íbamos encontrando más con el corazón y esencia de aquel lugar. Las vistas mejoraban y estábamos cada vez más cerca de poder ver nuestra casa desde aquella montaña.

Mientras más embarrados estaban nuestros zapatos más cerca sabíamos que estaba nuestro objetivo mayor, sin embargo, tendríamos que parar por unos minutos ya que el Jardín Botánico quería tenernos aún más cerca, resbalamos en medio de una subida y sentimos el abrazo de la naturaleza, reímos porque aquel lugar fue gentil con nosotros y la caída no pasó a mayores.
Siete kilómetros después veíamos por fin aquel punto que buscamos por varias horas, el Jardín Botánico nos felicitaba con una vista espectacular por cumplir con nuestro objetivo, ver toda la ciudad desde aquel lugar es algo que se lleva por completo el cansancio.
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Los pájaros y demás animales estaban acompañando y adornando nuestra estancia en ese lugar, observamos además por unos minutos la ciudad y cómo cualquier otra persona lo hubiera hecho, intentamos ubicar nuestras casas desde aquel mirador. La brisa en aquella montaña nos refrescaba y nos daba las energías necesarias para culminar con actitud aquel día de caminata

Llegaba el momento de bajar, debíamos regresar a la ciudad y aunque siete kilómetros en bajada nos separaban no existía para nosotros en ese momento dificultad alguna que impidiera completar nuestro recorrido. Estábamos cargados de emoción y conectados con cada hoja, rama, insecto o algún otro habitante de aquel lugar.

Una vez en la entrada del lugar, nos encontramos de nuevo con Javier, en ese momento nos habló de las actividades que realizan en el Jardín Botánico. Una de las principales actividades es la comercialización de los productos de la huerta orgánica que tienen en las instalaciones. Cada cierto tiempo los productos son ofrecidos al público en general. También quiso resaltar los diferentes talleres que se realizan con niños, avistamiento de aves, cuidado ambiental entre otros.
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Finalmente salimos de este lugar mucho mejor de lo que llegamos, nuestro cuerpo en general lo agradece y estamos seguros que serán muchos los beneficios que traerá volver a visitar este lugar. El Jardín Botánico San Jorge es uno de los principales atractivos para potenciar el ecoturismo en Ibagué, además de la relevancia absoluta de este pulmón verde para la capital musical.